Cuando mis padres terminaron de explicarme sus razones, no pude moverme, me quede hundido en el
sillón pensando en sus palabras que hasta el día de hoy siguen haciendo eco en
mi cabeza.
Después de que mis padres terminaron de decir lo que tenían
en mente se retiraron de la habitación. Levante mi cabeza y respiré
profundamente, como si al salirse ellos, se llevaran consigo todo el aire que se
encontraba en la habitación; con un suspiro cogí los documentos que había
dejado al lado y con bastante desánimo me levante, salí de mi casa y me encaminé
al banco; sólo pensaba en pagar la cuota
para el examen de admisión de la UAM.
Cuando regresé a casa, mi madre estaba sentada nuevamente en
la sala. Al verme entrar fijó su mirada en mí y me preguntó: “¿A dónde
fuiste?”. Yo respondí: “fui a hacer el depósito que les había comentado”. Ella nuevamente me pregunto: “¿No
recuerdas lo que te comentó tu padre hace un rato?”, y yo muy seguro de mí le respondí:
“si lo sé, pero eso no me quita la ilusión de hacer el tramite y presentar el
examen". Mínimo para saber si tengo la capacidad de entrar a la universidad. Mi
madre solo hizo una mueca de disgusto y en voz baja dijo “Ay, hijo, no te hagas
ilusiones si tu padre dijo que no, entonces es no”.
Volví a sentir esa opresión en el pecho y el aire me impedía
respirar, así que sin decir nada rápidamente me retiré a mi habitación. Esa tarde
estuve analizando las posibilidades de estudiar sin tener que pedirles apoyo a
mis padres. Imaginé situaciones donde les pedía apoyo a mis tíos, otras donde pedía
el apoyo al banco, pero creo que la más viable era ponerme a trabajar por un
tiempo y juntar el dinero necesario para concluir una carrera.
Días después de pensarlo mucho, por fin tomé la decisión de
hablarlo con mis padres. Como era costumbre mi padre siempre tenía algo que
decirme: “Si trabajas y juntas dinero para tus estudios y nos demuestras que sí
podemos confiar en ti, con mucho gusto te apoyaremos en lo que podamos para que acabes tu carrera, si es que realmente es lo que quieres”.
Ya con más confianza, al día siguiente salí a la calle a
buscar trabajo. Y es así como empecé otro reto: tratar de conseguir empleo y
demostrar que a pesar de tener muchos defectos puedo tener un objetivo y ser persistente
con las cosas que yo deseo en mi vida.
• Levanté mi cabeza y respiré profundamente, como si al salirse ellos, se llevaran consigo todo el aire que se encontraba en la habitación;
ResponderEliminar• con un suspiro cogí los documentos que había dejado al lado y con bastante desánimo me levanté, salí de mi casa y me encaminé al banco; solo pensaba en pagar la cuota para el examen de admisión de la UAM.
• Cuando regresé a casa, mi madre estaba sentada nuevamente en la sala.
• “¿No recuerdas lo que te comentó tu padre hace un rato?”.
• “Si lo sé, pero eso no me quita la ilusión de hacer el trámite y presentar el examen”.
• Mi madre solo hizo una mueca de disgusto y en voz baja dijo “Ay, hijo, no te hagas ilusiones si tu padre dijo que no, entonces es no”.
• Volví a sentir esa opresión en el pecho y el aire me impedía respirar, así que sin decir nada rápidamente me retiré a mi habitación.
• Días después de pensarlo mucho, por fin tomé la decisión de hablarlo con mis padres.
• Como era costumbre, mi padre siempre tenía algo que decirme: “Si trabajas y juntas dinero para tus estudios y nos demuestras que sí podemos confiar en ti, con mucho gusto te apoyaremos en lo que podamos para que acabes tu carrera, si es que realmente es lo que quieres”.
• Ya con más confianza, al día siguiente salí a la calle a buscar trabajo.
• Y es así como empecé otro reto: tratar de conseguir empleo y demostrar que a pesar de tener muchos defectos puedo tener un objetivo y ser persistente con las cosas que yo deseo en mi vida.